Fuerte como la muerte es el amor,
inexorables como el Seol, los celos; sus destellos, destellos de fuego. (Cantar
de los Cantares 8:6)
Los
celos son uno de los impulsos más fuertes que el hombre conoce. La raíz de
“celos” proviene del latín, zélus, que significa “arder con un fuego intenso”.
Las Escrituras dicen con claridad: “Cruel es el furor e inundación la ira; pero
¿quién se mantendrá ante los celos?” (Proverbios 27:4). De hecho, existen dos
formas: los celos legítimos, que tienen su fundamento en el amor, y los celos
ilegítimos, que tienen su fundamento en la envidia. Los celos legítimos se
despiertan cuando alguien a quien amas y que te pertenece aleja su corazón y te
reemplaza con otra persona. Si una esposa tiene una aventura amorosa y se
entrega a otra persona, su esposo puede tener un enojo celoso justificado
debido a su amor por ella. Anhela volver a tener lo que le pertenece por
derecho. La Biblia dice que Dios tiene esta clase de celo justo por su pueblo.
No es que tenga envidia de nosotros y que quiera lo que tenemos (porque ya es
el dueño de todo). Él nos anhela profundamente y desea ser nuestro primer amor.
No quiere que dejemos que nada sea más importante que Él en nuestro corazón. La
Biblia nos advierte que no adoremos a nada más que a Él porque “el Señor
vuestro Dios es fuego consumidor, un Dios celoso” (Deuteronomio 4:24). Ahora
bien, nos concentraremos en la clase ilegítima de celos que se opone al amor:
la que se arraiga en el egoísmo. Se trata de estar celoso de alguien, estar
motivado por la envidia.
¿Te
cuesta no tener celos de los demás? Tu amiga es más popular, así que sientes
odio hacia ella. Tu compañero de trabajo obtiene el ascenso, y no puedes dormir
esa noche. Quizá no haya hecho nada malo, pero te amargas debido a su éxito. Se
dice que a las personas no les molesta que tengas éxito, mientras que no sea
mayor que el de ellas. Los celos son una lucha común. Se disparan cuando otra
persona te eclipsa y obtiene algo que tú quieres. Esto puede ser sumamente
doloroso, según tu nivel de egoísmo. En lugar de felicitar a la otra persona,
estás que echas chispas y piensas mal de ella. Si no tienes cuidado, los celos
se meten como una víbora en tu corazón y atacan tus motivaciones y relaciones.
Pueden envenenarte y evitar que tengas la vida de amor que Dios diseñó para ti.
Si no disipas tu enojo aprendiendo a amar a los demás quizá, con el tiempo,
comiences a conspirar contra ellos. La Biblia dice que la envidia lleva a las
peleas, a las riñas y a toda cosa mala (Santiago 3:16,4:1-2). En las
Escrituras, podemos observar una sucesión de celos violentos. Provocaron el
primer asesinato cuando Caín despreció la aprobación de Dios a la ofrenda de su
hermano. Sara despidió a su sierva Agar porque podía tener hijos y ella no. Los
hermanos de José se dieron cuenta de que era el preferido de su padre, así que
lo arrojaron a un pozo y lo vendieron como esclavo. Jesús era más amoroso,
poderoso y popular que los sumos sacerdotes así que, por envidia, tramaron
traicionarlo y crucificarlo. En general, los extraños no te producen celos. Más
que nada, te sientes tentado a tener celos de los que están en el mismo ámbito
que tú. Trabajan en tu oficina, están en tu equipo, se mueven en tu círculo...
o viven en tu casa. Sí, si no tienes cuidado, los celos también pueden infectar
tu matrimonio.
Cuando
te casaste, se te asignó la tarea de transformarte en el mayor animador de tu
cónyuge y en el capitán de su club de admiradores, los dos se transformaron en
uno y tienen que participar del placer del otro. No obstante, si reinan los
celos cualquier cosa buena que le suceda a solo uno de ustedes puede ser un
catalizador de envidia en lugar de felicitaciones. Quizá él disfrute de jugar
al golf durante el fin de semana mientras que ella se queda en casa limpiando.
Le cuenta a su esposa que disparó las bolas con mucha precisión y ella tiene
ganas de dispararle a él. O quizá, a ella la invitan constantemente a salir con
amigas mientras que el esposo se queda en casa con el perro. Si no tiene
cuidado, él puede tener celos de la popularidad de su esposa. Como el amor no
es egoísta y coloca a los demás en primer lugar, no deja que entren los celos.
El amor te lleva a celebrar los éxitos de tu cónyuge en lugar de sentirte
contrariado por ellos. A un esposo amoroso no le molesta que su esposa sea
mejor en algo, que se divierta más o que reciba más elogios. Percibe que lo
completa, no que compite con él. Cuando él recibe elogios, le agradece a su
esposa en forma pública por su apoyo al ayudarlo a obtener su propio éxito. Se
niega a alardear de manera que su esposa no se ofenda. Una esposa amorosa será
la primera en alentar a su esposo cuando tenga éxito. No compara su propia
debilidad con los puntos fuertes de él. Celebra en lugar de tener lástima de sí
misma. Es hora de dejar que el amor, la humildad y la gratitud destruyan todo
celo que surja en tu corazón. Es hora de permitir que los logros de tu pareja
los unan y les den mayores oportunidades para demostrar el amor genuino.
El
desafío de hoy
Decide transformarte en el mayor
admirador de tu cónyuge y rechazar cualquier pensamiento de celos. Como ayuda
para que tu corazón se incline a tu cónyuge y puedas concentrarte en sus
logros, toma la lista de atributos negativos que hiciste ayer y quémala con
discreción. Luego, dile a tu cónyuge cuánto te alegra algo que haya logrado
hace poco.
__Haz una marca
aquí cuando hayas completado el desafío de hoy. ¿Te resultó muy difícil
destruir la lista? ¿Qué experiencias positivas puedes celebrar de la vida de tu
cónyuge? ¿Cómo puedes alentarlo para que tenga éxito en el futuro?
Gozaos con los que se gozan y
llorad con los que lloran. (Romanos 12:15)
Tomado del libro Desafío del amor
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