ERES LO QUE CREES QUE ERES?

A menudo los seres humanos preguntamos quien soy?, La visión de quien eres esta influenciada por lo que piensan los demás de ti y como te han marcado, tus padres, amigos, pareja, espos@, lideres, maestros, la cultura, la moda etc, y esta influencia no es la mejor en muchos casos, deforma la imagen real y el resultado es que tengamos un incorrecto concepto personal, imagen no es la mejor y desdibujada, la manera en que me valoro va de acuerdo a lo anterior, de acuerdo a como me tratan. 
Pero, quien mejor te conoce es tu creador, sabe quien eres, porqué estas en este planeta, sabe para que existes y te aprecia de una manera extraordinaria, por eso quiero hoy sugerirte que preguntes a Dios quien eres... las respuestas están en su Palabra la Biblia, allí encuentras la respuesta mas segura y confiable, descubriras lo maravillos@ que eres...

El valor o aprecio comienza por reconocer al autor.
El valor de un cuadro o una obra de arte lo determina la firma de su autor; nuestro Creador ha puesto su firma sobre nosotros al crearnos a su imagen y semejanza, Génesis 1:26-27.
Tú creaste las delicadas partes internas de mi cuerpo y me entretejiste en el vientre de mi madre. ¡Gracias por hacerme tan maravillosamente complejo! Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien.” Salmos 139:13-14
Es imposible tener un concepto personal correcto, reconocer, aceptar o valorar quien soy, si no reconozco quien es Dios, no basta saber que Dios me CREO A SU IMAGEN. El Rey David a pesar de los  grandes errores cometidos y más allá de sus logros, cualidades o títulos, vivió una relación personal con Dios, veamos en el Salmo 139 como vivía en dignidad basado en la relación con el Creador:
1.    Reconoce la omnisciencia de Dios en su vida: Versículo 1-4. Vive sabiendo que Dios lo sabe todo y lo conoce todo
2.    Reconoce la omnipresencia de Dios en su vida: Versículo 5-11. Vive por le Fe en que Dios puede estar en todo lugar, reconoce que su Espíritu estaría siempre con él.
3.    Reconoce la omnipotencia de Dios en su vida: Versículo 13-18.

Te invito ver este cortometraje y deja tu mensaje.


DESAFIO DEL AMOR DÍA 27: EL AMOR ALIENTA

DESAFIO DEL AMOR DÍA 27: EL AMOR ALIENTA
Guarda mi alma y líbrame; no sea yo avergonzado, porque en ti me refugio.

Salmo 25:20

El matrimonio tiende a alterar nuestra visión, entramos con la expectativa de que nuestra pareja satisfaga nuestras esperanzas y nos haga felices; pero esto es imposible para nuestro cónyuge. Las expectativas poco realistas generan desilusión. Cuanto más altas sean tus expectativas, más probable será que tu cónyuge te falle y te cause frustración.
Si una mujer espera que su esposo siempre llegue a tiempo, limpie lo que ensucia y comprenda todas sus necesidades, es probable que pase toda la vida de casada con desilusión. En cambio, si es realista y comprende que él es humano, olvidadizo y a veces desconsiderado, se alegrará más cuando sí sea responsable, amoroso y amable. El divorcio es casi inevitable cuando las personas no permiten que sus cónyuges sean humanos. Así que debe haber una transición en tu forma de pensar. Debes decidir vivir guiado por el aliento en lugar de las expectativas.

Más allá de tu aliento amoroso y de la intervención de Dios, es probable que en el futuro, tu cónyuge sea igual a lo que ha sido durante los últimos diez años. El amor se concentra en la responsabilidad personal y en superarse en lugar de exigir más de los demás. Jesús lo explicó cuando habló sobre una persona que vio una "mota" en el ojo de su hermano pero no notó la "viga" del propio. "¿O cómo puedes decir a tu hermano: "Déjame sacarte la mota del ojo", cuando la viga está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano" (Mateo 7:4-5). ¿Tu cónyuge siente que vive con un inspector de motas? ¿Vive siempre nervioso o temeroso de no estar a la altura de tus expectativas? ¿Diría que la mayor parte de los días percibe tu desaprobación más que tu aceptación? Quizá, tu respuesta sería decir que el problema no es tuyo sino de tu cónyuge. Si en verdad falla en muchas áreas, ¿qué culpa tienes? Los dos deben hacer todo lo posible para que el matrimonio funcione. Si tu cónyuge no quiere que seas tan crítico, necesita darse cuenta de que las cuestiones que sacas a relucir son legítimas. No dices que eres perfecto, de ninguna manera, pero deberías poder decir lo que piensas. ¿No es así? El problema con esta clase de actitud es que pocas personas pueden responder a la crítica con completa objetividad.
Cuando parece estar claro que alguien no está contento contigo, es difícil no tomar su desagrado en forma personal. En especial, en el matrimonio. Después de todo, a diferencia de cualquier otra amistad, cuando comenzó la relación con tu cónyuge, los dos hacían lo imposible por complacer al otro. Cuando eran novios, a tu pareja le cautivaba tu personalidad. Prácticamente, no podías equivocarte. Su vida juntos era mucho más sencilla. Y aunque tu expectativa no era que las cosas fueran así para siempre, por cierto que no imaginabas que tu cónyuge fuera tan pecador y que se enojara tanto contigo. Nunca pensaste que esta persona que prometió amarte pudiera llegar a un punto en el que pareciera que ni siquiera le gustas.
Así que cuando este marcado contraste se transforma en una viva realidad, tu reacción natural es poner resistencia. Al principio de la vida de casados quizá hayas estado dispuesto a escuchar y hacer pequeños cambios. Sin embargo, con el correr de los años, la desaprobación de tu cónyuge solo parece consolidar la tuya, en lugar de lograr que corrijas las cosas, hace que quieras atrincherarte aún más. El amor es demasiado inteligente para eso. En lugar de colocar a tu cónyuge en una postura de rebelión, el amor te enseña a darle lugar para ser él mismo. Aún si eres una persona exigente, perfeccionista e inclinada a obtener resultados, el amor te llama a no proyectar tus exigencias en el desempeño de tu cónyuge.

Debes darte cuenta de que el matrimonio es una relación para disfrutar y saborear en el camino de la vida. Es una amistad única diseñada por Dios mismo, en la cual dos personas viven juntas en imperfección pero la enfrentan alentándose mutuamente, en lugar de desalentarse. La Biblia dice: "Fortaleced las manos débiles y afianzad las rodillas vacilantes" (Isaías 35:3). "Anímense y edifíquense unos a otros [...] Estimulen a los desanimados, ayuden a los débiles y sean pacientes con todos" (1 Tesalonicenses 5:11,14 NVT). ¿Acaso no quieres que la vida de casado sea un lugar en el que puedas disfrutar al expresarte con libertad y crecer dentro de un ámbito seguro en donde recibas aliento aún cuando fracases? Tu pareja también lo desea, y el amor le da ese privilegio. Si tu cónyuge te ha dicho más de una vez que lo haces sentir derribado y derrotado, es necesario que tomes en serio estas palabras. Comprométete a dejar de lado cada día las expectativas poco realistas y transfórmate en el mayor alentador de tu cónyuge y esa persona que Dios diseñó comenzará a surgir con una nueva confianza y amor por ti.

El desafío de hoy
Elimina de tu hogar el veneno de las expectativas poco realistas. Piensa en un área en la cual tu cónyuge te haya dicho que esperas demasiado, y dile que lamentas haberle exigido tanto. Prométele que intentarás comprenderlo y afírmale tu amor incondicional.
__Haz una marca aquí cuando hayas completado el desafío de hoy. Cuando esperas demasiado de tu cónyuge en áreas en las cuales no tiene una motivación interior para superarse, ¿qué te dice eso sobre ti? ¿De qué maneras puedes manejar mejor estas discrepancias?

Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras. (Hebreos 10:24)

DESAFÍO DEL AMOR DÍA 26: EL AMOR ES RESPONSABLE

DESAFÍO DEL AMOR DÍA 26: EL AMOR ES RESPONSABLE


Al juzgar a otros te condenas a ti mismo, pues haces precisamente lo mismo que hacen ellos. (Romanos 2:1 DHH)

El día de hoy será difícil; pero si buscas la fortaleza y la sabiduría de Dios, podrás lograrlo. Si lo permites, este día podría ser un hito en tu matrimonio. Así que decide concentrarte en lo que el Señor puede estar diciéndote y proponte seguir su guía. Hoy nos referiremos a la responsabilidad personal, es algo que todos reconocemos que los demás deberían tener, pero que nosotros creemos tener. A las personas cada vez les cuesta más reconocer sus propios errores. Lo vemos en la política, lo vemos en los negocios, lo vemos en los titulares sobre los famosos. Sin embargo, no es solo un problema de los ricos y famosos, para encontrar un ejemplo de alguien que tiene una excusa para cada acción, lo único que debemos hacer es mirarnos al espejo. Somos sumamente rápidos para justificar nuestras intenciones; sumamente rápidos para desviar la crítica; sumamente rápidos para criticar... en especial a nuestro cónyuge, a quien es siempre más fácil culpar.

En general, creemos que nuestra opinión es la correcta, o al menos, mucho más correcta que la de nuestro cónyuge, y creemos que dadas las mismas circunstancias, cualquiera haría lo mismo en nuestro lugar. En lo que a nosotros respecta, hacemos lo mejor que podemos y nuestro cónyuge debería estar agradecido de que seamos tan buenos con él. Sin embargo, el amor no culpa a otro con tanta facilidad ni justifica las intenciones egoístas. No le importa demasiado su propio desempeño sino las necesidades de los demás. Cuando el amor se hace responsable de sus acciones, no lo hace para probar lo noble que has sido sino para admitir cuánto te falta por recorrer.
El amor no pone excusas, se esfuerza por lograr un cambio: en ti y en tu matrimonio. Por eso, la próxima vez que estés en medio de una discusión con tu cónyuge, en lugar de mejorar tus respuestas, detente a ver si hay algo que valga la pena escuchar en lo que tu cónyuge dice. ¿Qué sucedería en tu relación si en lugar de culpar al otro, admitieras primero tus propios errores? Como dicen las Escrituras: "La reprensión aprovecha al inteligente más que cien azotes al necio" (Proverbios 17:10 RVR1995). El amor es responsable y está dispuesto a admitir y a corregir sus defectos y sus errores con franqueza. ¿Te haces responsable de esta persona a la cual elegiste como el amor de tu vida? ¿Buscas en forma intencional cubrir las necesidades de tu cónyuge? ¿O sólo te preocupa que él cubra las tuyas? El amor nos llama a hacernos responsables de nuestro compañero en el matrimonio. A amarlo, a honrarlo, a valorarlo. ¿Te haces cargo de tus propios errores? ¿Le has dicho o hecho algo a tu cónyuge (o a Dios) que esté mal? El amor procura una buena relación con Dios y con tu cónyuge, y así, se crea un marco para que las demás áreas se acomoden.
Quizá pase un tiempo hasta que se cree en ti un verdadero corazón arrepentido.

El orgullo se resiste mucho a la responsabilidad, pero la humildad y la sinceridad ante Dios y hacia tu cónyuge son cruciales para una relación saludable. Esto no significa que siempre estés equivocado y tu cónyuge siempre tenga la razón. No quiere decir que debas dejarte pisotear; pero si algo está mal entre tú y Dios o entre tú y tu cónyuge, debería ser tu prioridad. "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros" (1 Juan 1:8) Sin embargo, "si confesamos nuestros pecados, [Dios] es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). En primer lugar, confiesa tus áreas de pecado; entonces, estarás en una mejor posición para resolver las cosas con tu cónyuge. Para caminar con Dios y mantener su favor, debes permanecer limpio delante de ÉL no significa que nunca puedas tropezar, sino que debes confesárselo a Dios y pedirle perdón cuando actúes mal. ¿Tu cónyuge puede decir que lo has ofendido o herido de alguna manera y que nunca le pediste perdón? En parte, hacerse responsable es admitir cuando fracasas y pedir perdón.
Es hora de humillarte, corregir tus ofensas y reparar el daño, es un acto de amor, Dios no quiere asuntos pendientes entre ustedes.
El problema es que para hacerlo con sinceridad debes tragarte el orgullo y buscar el perdón sin importar cómo responda tu cónyuge.
Debería perdonarte, pero tu responsabilidad no depende de su decisión. Admitir tus errores es tu responsabilidad. Si te ha ofendido, él tendrá que lidiar con eso en otro momento. Pídele a Dios que te muestre en dónde has fracasado en tu responsabilidad, y arregla las cosas con Él primero. Cuando lo hayas hecho, es necesario que resuelvas los problemas con tu cónyuge. Quizá sea lo más difícil que hayas hecho jamás, pero es crítico para dar el próximo paso en tu matrimonio y con Dios. Si eres sincero, quizá te sorprenda la gracia y la fortaleza que Dios te concede al dar este paso.

El desafío de hoy
Separa tiempo para orar por las áreas en las que has obrado mal. Pídele perdón a Dios y luego humíllate lo suficiente como para confesárselas a tu cónyuge, hazlo con sinceridad. Pídele perdón a tu cónyuge también. Sin importar cómo responda, asegúrate de cumplir con tu responsabilidad en amor. Aún si responde con crítica, acéptala y recíbela como un consejo.
__Haz una marca aquí cuando hayas completado el desafío de hoy ¿Qué necesita ver tu cónyuge para creer que tu confesión fue más que simples palabras? Que cada uno examine su propia obra
[...] solamente con respecto a sí mismo. (Gálatas 6:4)


DESAFÍO DEL AMOR DÍA 25: EL AMOR PERDONA

DESAFÍO DEL AMOR DÍA 25: EL AMOR PERDONA

Lo que yo he perdonado, si algo he perdonado, lo hice por vosotros en presencia de Cristo. (2 Corintios 2:10)

Este desafío es difícil... quizá el más difícil del libro. Pese a esto, si quieres que tu matrimonio tenga esperanza, es necesario tomarlo con absoluta seriedad. Los terapeutas y los pastores que trabajan en forma regular con parejas deshechas, te dirán que es el problema más complejo de todos, una ruptura que a menudo es la última en repararse. No se puede solo considerar el perdón, sino que hay que ponerlo en práctica en forma deliberada. Si no hay perdón, no habrá un matrimonio exitoso. Jesús pintó una imagen viva del perdón en su parábola del siervo desagradecido. Un hombre que debía una suma considerable de dinero se sorprendió cuando su amo escuchó su pedido de misericordia y canceló su deuda por completo. Sin embargo, una vez que lo liberaron de esta gran carga, el siervo hizo algo de lo más inesperado: fue a ver a otro hombre que le debía una suma mucho menor y exigió que se la pagara de inmediato. Cuando el amo se enteró, el acuerdo con el esclavo cambió en forma radical. "Y enfurecido su señor, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía" (Mateo 18:34). Un día que había comenzado con alegría y alivio terminó con pena y desesperanza. Tortura. Prisión. Cuando piensas en la falta de perdón, esto bebería venirte a la mente, porque Jesús dijo: "Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano" (Mateo 18:35).
Imagina que te encuentras en una cárcel. Al mirar a tu alrededor, puedes visualizar varias celdas desde donde estás. Allí, ves personas de tu pasado que están encarceladas: personas que te hirieron cuando eras pequeño. Ves a los que una vez fueron tus amigos pero que en algún momento de la vida fueron injustos contigo. Quizá, veas a tus padres allí, tal vez a algún hermano o hermana o algún otro miembro de la familia. Aún tu cónyuge está encerrado allí cerca, atrapado con los demás en esta cárcel de tu imaginación. Como verás, esta prisión es una habitación de tu propio corazón, Esta cámara oscura, fría y deprimente existe en tu interior todos los días. Sin embargo, no demasiado lejos, Jesús está allí parado, y te ofrece una llave que puede liberar a todos los presos. No. No quieres saber nada con eso. Estas personas te hirieron demasiado. Sabían lo que hacían y sin embargo lo hicieron... incluso tu cónyuge, la persona en la que más deberías de haber podido confiar. Así que te resistes y te vas. No quieres permanecer más allí. Ver a Jesús, ver la llave en su mano, saber lo que te está pidiendo que hagas..., es demasiado. Cuando intentas escapar, descubres algo alarmante: No hay una salida, estás atrapado adentro con los demás presos. Tu falta de perdón, tu enojo y tu amargura te han transformado en prisionero a ti también. Al igual que el siervo de la historia de Jesús, al cual le perdonaron una deuda imposible, has elegido no perdonar y te han entregado a los carceleros y los verdugos. Ahora, tu libertad depende de tu perdón.
En general, llegar a esta conclusión nos lleva un tiempo, Vemos que perdonar supone toda clase de peligros y riesgos. Por ejemplo, lo que estas personas hicieron estuvo realmente mal, lo admitan o no. Quizá, ni siquiera estén arrepentidos. Tal vez sientan que sus acciones están perfectamente justificadas, y hasta lleguen a culparte a ti. Sin embargo, el perdón no absuelve a nadie de la culpa. No quedan a cuentas con Dios. Simplemente, te libera de tener que preocuparte de su castigo. Cuando perdonas a alguien, no lo liberas. Se lo entregas a Dios, con quien puedes contar para que se encargue de esa persona a su manera. Te ahorras el problema de preparar más discusiones o de intentar imponerte en esta situación. Ya no se trata de ganar o perder. Se trata de la libertad. Se trata de soltar. Por eso, a menudo escuchas que las personas que han perdonado de verdad dicen: "Parece que me hubieran quitado un peso de encima". Sí, es exactamente eso. Es como una bocanada de aire refrescante que entra a tu corazón. La fría oscuridad de la prisión se inunda de luz y frescura. Por primera vez en mucho tiempo, te sientes en paz. Te sientes libre. ¿Pero cómo lo logras? Le entregas al Señor tu enojo y la responsabilidad de juzgara esta persona. "Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: "Mía es la venganza, yo pagaré", dice el Señor" (Romanos 12:19). ¿Cómo sabes que lo has hecho? Lo sabes cuando al pensar en su nombre o al ver su rostro hace que sientas lástima por ellos, en lugar de hacer que te hierva la sangre; hace que los compadezcas, que en verdad esperes que cambien. Podría decirse mucho más y quizá debas luchar con muchísimas cuestiones emocionales para lograrlo; pero los matrimonios excelentes no están formados por personas que nunca se hieren, sino por gente que "no toma en cuenta el mal recibido" (1 Corintios 13:5).

El desafío de hoy

Hoy mismo, perdona cualquier cosa que no le hayas perdonado a tu cónyuge. Suéltalo. De la misma manera en que le pedimos a Jesús que perdone nuestras deudas cada día, debemos pedirle que nos ayude a perdonar a nuestros deudores cada día. La falta de perdón los ha mantenido a ti y a tu cónyuge encarcelados durante mucho tiempo. Desde tu corazón, di: "elijo perdonar". __Haz una marca aquí cuando hayas completado el desafío de hoy. ¿Por qué perdonaste a tu cónyuge hoy? ¿Cuánto tiempo llevaste a cuestas ese peso? Ahora que le entregaste esta cuestión a Dios, ¿qué posibilidades se te presentan? Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. (Lucas 23:34)

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